Escrito por Diego Fernández

«El trabajo en equipo comienza por crear confianza. La única forma de hacerlo es superar nuestra necesidad de invulnerabilidad» (Patrick Lencioni).

Arranco esta entrada con una frase de Lencioni, un escritor norteamericano especialista en liderazgo y trabajo en equipo, para situar un contexto relevante en cuanto a la gestión de los temores y las expectativas de los responsables de liderar un grupo.

Es relativamente sencillo hablar, reflexionar y discutir sobre cuáles son nuestras expectativas, objetivos y esperanzas en la gestión grupal, basadas en los básicos de la actividad, y en nuestros propios valores personales y profesionales.

¿Cuáles podrían ser algunas de nuestras expectativas en la dirección de equipo a nivel deportivo? 

  • Mejorar técnica y tácticamente al jugador.
  • Fomentar la motivación y la cohesión dentro del equipo (jugadores, cuerpo técnico).
  • Favorecer un estilo de juego en el que todos se sientan importantes.
  • Alcanzar mis objetivos personales dentro de la gestión (compromiso, esfuerzo, puntualidad, disciplina, etc.).
  • Liberar el talento existente en el jugador, ayudar a su desarrollo y potenciarlo.
  • Crear, innovar y fomentar la creatividad.
  • Facilitar e impulsar un entorno amable en el que todos los actores implicados sumen en favor del colectivo.
  • Crecer constantemente en capacidad competitiva.
  • Ganar partidos y competiciones.

Pero resulta más difícil hablar abierta y libremente sobre cuáles son nuestros temores a la hora de buscar el éxito en este difícil cometido. Tememos el fracaso, y nos asusta verbalizarlo, mostrar con naturalidad nuestras dudas, debilidades e inseguridades, creyendo que si nos las guardamos, dejarán de existir. Pero seguirán ahí.

Más tarde, cuando decides compartirlas con otras personas, no tardas en descubrir que la mayoría de esos miedos son comunes y generalizados. 

¿Cuáles pueden ser nuestros principales temores?

  • Equivocarme constantemente en la toma de decisiones.
  • Que aquello que sin ti estaba bien, pase a estar mal, o que aquello que estaba mal, continúe empeorando.
  • No sentirme respetado por mi equipo.
  • No sentirme valorado por el entorno.
  • Perder el control del grupo y de la situación.
  • Que el conflicto (siempre existente en un grupo) me supere.
  • Ser injusto.

En una reciente experiencia en el curso de entrenador, durante la asignatura «dirección de equipo», planteé a los asistentes una dinámica de grupo en la que tenían que comentar sus expectativas y temores. El grado de coincidencia fue especialmente alto en los miedos. Incapacidad para enseñar, motivar o sentirse respetado fueron respuestas comunes en todos los grupos de trabajo que se crearon.

¿Ponerle «rostro» a los temores puede ayudar? Sin duda, ver que compartimos nuestras inseguridades, poder hablar de ellas, y buscar mecanismos para afrontarlas es una ayuda para dar pasos adelante, y que nuestros temores interiores no nos frenen más de lo imprescindible.

«Los grandes equipos no se contienen. No tienen miedo de airear su ropa sucia. Admiten su errores, sus debilidades y sus preocupaciones, sin temor a represalias» (Patrick Lencioni).

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